Ley de Convivencia Vial: Pisando el otro acelerador
Por Javier Vergara Petrescu @vergarapetrescu
Director Ejecutivo Ciudad Emergente
Para la gran mayoría de los chilenos que vivimos en ciudades, nuestras calles deben resultar lugares agresivos y peligrosos en vez de espacios seguros y amables. Es cosa de preguntarse por qué los niños ya no suelen jugar en las aceras del barrio o por qué los ciclistas urbanos prefieren transitar por la vereda en vez de hacerlo por la calzada. Aunque nos suene mal, nuestras calles parecieran estar más pensadas para pisar a fondo el acelerador del auto en vez de estar diseñadas para convivir entre los distintos modos de transporte.
Por lo mismo, Chile es uno de los países de la OCDE con mayor tasa de muertes por accidentes de tránsito, sin embargo son la delincuencia y los portonazos los temas que suelen ser portada en la prensa nacional. La buena noticia es que eso está por cambiar. Las calles de Chile no están destinadas a ser un peligro público, sino al contrario, un espacio para convivir y esto viene de la mano de la nueva Ley de Convivencia Vial que se comienza a aplicar este 11 de noviembre. Ésta busca precisamente calmar nuestras calles y hacerlas más seguras, más amables y más humanas. Por esto, una de las claves de la ley fue incluir la reducción de velocidad de 60 km/h a 50 km/h, junto con promover distanciamientos seguros de 1.5 metros entre vehículos y ciclos, entre otras medidas.
¿Cree usted que es posible que la gente reaccione a este cambio de ley?. Lo invito a pensar que sí. Si la ley seca nos hizo pasar las llaves cuando nos tomamos un par de copas, o la ley de etiquetado nos hace pensar dos veces antes de comprar un chocolate o papas fritas, la Ley de Convivencia Vial nos invita a pensar dos veces antes de pisar el acelerador del auto. Una forma de hacerlo es entender que se trata de un cambio cultural, que requiere de una responsabilidad compartida, y este proceso lo pueden liderar los automovilistas y conductores de vehículos motorizados, buses, camiones, motocicletas, entre otros. Sería un aporte en esta materia que los medios de comunicación, más allá de alertar al 4% de ciclistas de las potenciales multas por transitar por la vereda, pudieran dirigir el mensaje al 28% de las personas que deciden moverse diariamente en auto y a los conductores de camiones y buses que mueven el transporte público, para conducir de forma responsable y no superar los 50 km/h – que por lo demás implica una multa de entre 1.5 y 3 UTM (hasta 144.000 mil pesos aproximadamente). Que las autoridades de transporte fiscalicen la reducción de velocidad de forma efectiva. Que los gobiernos locales y municipios pongan el acelerador en la construcción de ciclovías para llegar a los 900 km de meta para la región metropolitana y a los más de 13 mil kilómetros de veredas que según datos de MINVU se requieren pavimentar y refaccionar a lo largo de todo Chile.
La ley de convivencia nos pone desafíos a todos, bajando la velocidad del transporte motorizado y acelerando estos cambios de infraestructura y de hábito. La buena noticia es que esto sin duda va en la dirección correcta. Una ley que promueve la convivencia es el tipo de legislación que fomenta ciudades más amables. Ahora depende de nosotros como ciudadanos pisar el otro acelerador, no el del auto, sino el de las obras y cambio de actitudes que nos permitan tener calles más amables y seguras.